

3 de mayo.- Día de la Santa Cruz y del albañil
El 3 de mayo se celebra en México el Día de la Santa Cruz, una festividad religiosa atribuida a Santa Elena. Coincide con el Día del...
Por Valente Salazar Díaz
Al abordar en una edición pasada la figura que la modernidad creó sobre la Morada Digna del Hombre señalamos que, como producto de la Revolución Industrial, el desarrollo urbano que ésta trajo en consecuencia y el avance médico que elevó notablemente la expectativa de vida la humanidad a inicios del siglo XX, se vislumbró como un sueño cumplido el dominio del hombre sobre la naturaleza y la expansión de la humanidad por toda la superficie del globo terrestre.
Cabe aquí señalar, para explicarnos el aparente éxito de nuestra especie, que los hombres de Neandertal –última especie antecesora de la humanidad actual- en su momento no pasaron de ser unos doscientos mil sobre la Tierra, en tanto que nosotros contamos actualmente con una población global de casi ocho mil millones de personas con una tasa de crecimiento de uno por ciento, esto implica que cada año nacen alrededor de ochenta millones de seres humanos. Aún a pesar de las diversas causas de mortalidad que influyen sobre la población ésta sigue en aumento constante, pero no así los recursos que necesitamos para sostener una vida digna; esto es ya una realidad cotidiana en varias regiones del planeta que padecen hambrunas y sequías.
Si se considera que muchos de los servicios urbanos que hoy consideramos básicos (iluminación, agua potable, alcantarillado y drenaje, caminos y demás) simplemente no existían en muchas de las grandes ciudades de Europa hasta mediados del siglo XIX, que la primera vacuna para la viruela negra fue probada por Edward Jenner hasta 1896 y que hasta el final de la Segunda Guerra Mundial se utilizaron por primera vez los antibióticos, se puede comprender por qué la población mundial creció lentamente en los primeros siglos y ha llegado a tener un crecimiento acelerado hasta la llegada del siglo XX, así como también una mayor expectativa de vida en general. Se puede decir que la Modernidad trajo consigo el dominio del Hombre sobre la naturaleza; pero es precisamente el crecimiento incontenible de la población mundial, y los devastadores efectos de la urbanización y la industrialización sobre los ecosistemas del planeta, los que hoy presentan un panorama incierto para el futuro de nuestra especie.
Más allá de la mera discusión filosófica sobre el fin de la Modernidad es patente que el cambio climático global, la explosión demográfica, el agotamiento de los recursos naturales y la contaminación de la biósfera se nos presentan como realidades que amenazan el frágil equilibrio natural y nuestra sobrevivencia futura, pues el Hombre es parte de la naturaleza y no su propietario, como alguna vez se llegó a soñar.
En la próxima edición de esta sección habremos de abordar el análisis de estos factores y el impacto que han tenido sobre el pensamiento de la actualidad.
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