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Por Valente Salazar Díaz
¿Qué es la Razón Totalizadora del Hombre para la posmodernidad?
Anteriormente hemos analizado cómo, a la luz de la filosofía del pensamiento “posmoderno”, la imagen del Hombre como un ser excepcional en el Universo se ha puesto en entredicho; el tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo viviente, de nuestra fragilidad ante la enfermedad y la muerte, de lo reducido de nuestro conocimiento ante la inmensidad del Universo y de los grandes problemas que aquejan a una gran mayoría de la humanidad desde hace siglos, y que aún hoy quedan sin resolver, han llevado al desencanto del cual nacería la filosofía nihilista desde el siglo XIX. Los jinetes del Apocalipsis: la Guerra, la Peste, el Hambre y la Muerte siguen tan vigentes como en los tiempos en que el evangelista Juan los anunciara.
Existe, sin embargo, algo que caracteriza a nuestra naturaleza humana y que por muchos siglos se ponderó como uno de nuestros más grandes logros, esta es la Razón Totalizante del Hombre, que lo llevó a indagar en los misterios de la naturaleza para encontrar un significado a su existencia en el mundo, una Razón de Ser para un hombre consciente de su propia existencia material e intelectual.
Es conveniente recordar en este punto que la curiosidad humana ha tratado siempre de encontrar una explicación a aquello que nos rodea; así pues desde el surgimiento de nuestra especie el pensamiento mágico, el mítico, la religión y la filosofía respectivamente dieron preámbulo al advenimiento del pensamiento científico, que a partir del siglo XVIII se consolidó en las disciplinas que hoy conocemos como ciencias. De hecho, la separación entre filosofía y ciencia ha sido siempre un terreno escabroso al tocar los límites de lo que las ciencias positivas nos pueden demostrar. En el siglo XIX el filósofo alemán Wilhelm Dilthey expresó su clasificación de las ciencias entre ciencias naturales y ciencias del espíritu o sociales, con lo cual la clasificación que actualmente se da a estas disciplinas se popularizó.
Si bien es verdad que existieron en el pasado muchos antecedentes que siguen vigentes como principios científicos hasta la actualidad –pensemos en Pitágoras o Arquímedes- también lo es que Isaac Newton, el gran físico quien formuló la ley de la gravitación universal, era creyente en la astrología, y la física newtoniana prevaleció como modelo a seguir hasta la llegada del siglo XX, con la llegada de las teorías sobre el universo en expansión del sacerdote jesuita y astrofísico Georges Joseph Lemaître y de la relatividad, de Albert Einstein, de modo que lo que hoy nosotros identificamos como el método científico y el conocimiento obtenido a través de él son relativamente recientes en la historia humana.
Actualmente el avance de las ciencias y la tecnología nos ha revelado que no existen teorías que puedan dar cuenta de la totalidad de un universo en constante descubrimiento como se propusieron hacerlo en su respectiva época Newton con sus principios de la Mecánica clásica, y Einstein por medio de la Física cuántica. La exploración del cosmos nos revela lo reducido de nuestro conocimiento sobre aquello que podemos percibir por medio de telescopios ópticos y radiotelescopios pero que nunca podremos alcanzar; por otro lado la exploración de nuestro propio planeta y del mundo microscópico que nos rodea nos asombra continuamente con descubrimientos asombrosos, tal es el caso de los grandes fondos oceánicos, que a la fecha siguen siendo territorio desconocido para nosotros.
La Razón Totalizante, entonces, pasa a dar lugar a una serie de incertidumbres en todos los campos de la investigación y el razonamiento científico; en cierto modo la posmodernidad nos ha devuelto el asombro ante nuestro universo y nuestro futuro en él.
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