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HISTORIAS DEL CAFÉ EXPRESSO

Madre

Al colgar el teléfono. Emprendía un viaje taciturno a su prístina geografía y a su pasado, regresaría para darle el último Adiós a su madre. Mientras viajaba rumbo a su ciudad natal lo acompañaba Marooned de Pink Floyd y los paisajes que le evocaban experiencias junto a ella: Las pláticas insondables, los viajes a casa de sus abuelos con las largas caminatas por el sendero hasta que la oscuridad los alcanzaba. Se dice que cuando alguien fallece realmente no se va, se queda; pues la esencia es la impronta de la presencia. En el trayecto recordó cuando por azares del destino tuvo que pronunciar un discurso para las madres que conmovió a más de una persona.


… Hubo aplausos, más que para reconocer una personalidad importante del mundo de las letras o de las artes; para apoyar, por compromiso moral, a quien se observa inestable, zozobrante o angustiado.

Él agradecía los aplausos a cada paso, tomó el micrófono y el silencio inundó el auditorio: Agradezco, la ovación inmerecida, el espacio y la oportunidad, a todos ustedes y a las personas que, aun sabiendo mis carencias, confiaron en mí para darme el privilegio de decir cosas bonitas para las madres en este día, aunque además de palabras bonitas son verdades innegables.


Bien, como decía mi madre: ¡Nombre sea de Dios! Y esta frase denotaba la importancia y la solemnidad del hecho, tal vez se iba a emprender un nuevo proyecto, un viaje o una actividad a la que se debía dedicar mucho más que ganas y cuando ella la decía se hacía de esa manera; fui creciendo y escuché esa frase tantas veces de mi madre que llegué a relacionarla en una dualidad profunda: Madre y Dios o Diosa, en este caso.

Entonces, ¿Una madre es una Diosa? Si no lo es, está muy cerca de serlo.

Pensemos en los tres atributos característicos de una deidad: La omnisciencia. De pequeño mi madre sabía lo que iba a decir inclusive lo que pensaba y me lo demostraba con frases como: ¡Se lo que estás pensando y no me voy a callar, así que me escuchas! ¡No puedes salir a jugar! Cuando apenas me dirigía hacia ella, eso es sin lugar a dudas es omnisciencia pura.

También de pequeño mi madre estaba conmigo inclusive sin estarlo; recuerdo que después de haberme dicho en un sinfín de ocasiones, algunas no tan amablemente: ¡No abras el cajón! Cuando no había nadie en la habitación al tratar de abrirlo, sentía las miradas amenazantes que me hacían detenerme, pero al mirar alrededor la habitación seguía vacía y, sin embargo, al aventurarme a abrirlo se materializaba instantáneamente detrás de mí. ¡Vaya omnipresencia!


Para hablar de la omnipotencia basta con decir que no hay cosas que una madre no pueda hacer por un hijo, aún si en algún momento erramos el camino en la vida.

Entonces, ¿Qué es una madre?

La Real Academia de la Lengua Española define a una madre como una fémina que ha parido a otro ser de su misma especie. Y biológicamente es así, pero la RAE está soslayando una infinidad de cualidades y valores incluidos en la maternidad como el amor, la pasión, el sacrificio, la responsabilidad, la fortaleza, la empatía, la disciplina, la amistad; en fin, cualidades que las vuelven personas virtuosas, sublimes y, hasta cierto punto, Diosas.

Hablando de esas virtudes y de su abnegación diaria, no imagino la cantidad de cosas que dejan de hacer por sus hijos y seguramente por sus esposos también; con esto no busco compadecerlas ni que se auto compadezcan, sino por el contrario trato de decir que la maternidad no es tan fácil como  parir a otro ser de la misma especie, y que por sí mismo el hecho no es cosa sencilla. No, La maternidad implica mucho más, se trata de un acto de amor constante, infinito y encomiable.


Por eso aprovecho el micrófono para decirles a todos ustedes, que no sea el 10 de mayo la única oportunidad para hacerlas sentir importantes, que no sea este día el único pretexto para ensalzar su encomiable labor. Hagámoslas felices, libres y plenas…  ¡Siempre!

- Ya llegamos señor. Esta frase lo hizo despertar de su letargo, agradeció y permaneció quieto un poco más. Bajó del coche, suspiró profundamente…

 

Dijo José Saramago: “Si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado esta siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, somos la memoria que tenemos”. Recuerdo que me decías: Los hombres no lloran. Repitiendo esta frase en mi niñez cada vez que un raspón aparecía en mi rodilla lacerándome con dolor indómito o en mi adolescencia cuando un desamor me hacía sangrar el corazón a cada paso. El tiempo pasó y la vida me llevó por tantos senderos separándome día a día de ti y de mi prístina geografía. Hoy, mientras recorría esta montaña, una llamada telefónica me hizo recordar esas palabras, espero que la montaña purifique con su paz mis dolores, redima mis errores y me de vida a cada paso. Camino estos senderos sin saber que mientras lo hago regreso a mi estado más pueril, de apoco, voy deshojando mis recuerdos de cuando caminaba contigo, cuando empecé a enamorarme de esto, que ahora me vuelve adicto.


Como un enfermo busco respirar este aire, mirar estos paisajes que se suceden como mis recuerdos, el trinar de las primaveras me habla de ti, el sol apareciendo entre las hojas de los árboles evoca el juego recurrente de mi infancia y tus risas mientras lo hacía. Aunque me decían que cuando te fueras estarías en el cielo, se me ocurre que estas acá en estas montañas verdes, en este cielo de profundo azul, en esta inmaculada paz, en esta insondable soledad; se me ocurre verte aquí detrás de las ramas de esos liquidámbares, se me ocurre olerte aquí en estas hojas de ciprés. Te veo atenta de mí en las nubes y en esta suave brisa que acaricia mi cara.


Soy adulto, sé que el tiempo no miente; así que hoy madre con el riesgo de parecer irreverente, he de decirte que te equivocaste; los hombres si lloran; lloran cuando una pena les flagela el alma, lloran cuando al atender el teléfono se enteran que han perdido a su amiga, a su raíz, a su mentora.

Lloran cuando su guía en el camino se ha vuelto etérea, dejando un vacío profundo que habrá de llenarse por la soledad, la taciturnidad o el hastío.

By Jaac


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