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EDITORIAL

Con motivo de conmemorarse el Día de la No Violencia contra las mujeres, el 25 de noviembre, es importante enfatizar las diversas causas que la originan.

 

La violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras en el mundo. En general, se manifiesta de forma física, sexual o psicológica. Los efectos psicológicos adversos de la violencia, afectan a las mujeres en toda etapa de sus vidas.

 

En una sociedad en la que los valores han ido decayendo, el mal trato entre las parejas, en doble sentido, de él para ella y viceversa, son actitudes que la modernidad ha etiquetado como normales: gritos, escasez de dinero, exceso de libertades, empoderamiento, falta de compromiso, desvalorización, etc.; lo que ha provocado que valores como la atención, el respeto, la lealtad, el amor, la comunicación, la protección, el compromiso, la entrega:  pasen a segundo término.

 

Si bien es cierto que el origen de la violencia contra la mujer en México tiene raíces culturales profundas, arraigadas en estructuras patriarcales, estereotipos de género, machismo y relaciones de poder desiguales que han sido históricamente perpetuada; esto pude cambiar en la medida que la educación crezca.

 

Sin embargo, tampoco se descarta un cambio radical en la cultura femenina, mal interpretada tal vez, que ha originado una gran cantidad de madres solteras, cambiando el esquema de la familia tradicional. La cultura de abuso o menosprecio hacia las mujeres, se ha heredado a través de la misma familia, la educación y los medios de comunicación, que contribuyen a formar una sociedad desvalorizada.

 

En los últimos años se han realizado muchos esfuerzos por parte de organizaciones internacionales, del gobierno local y de la sociedad civil, para cambiar esta postura y desarrollar un concepto de equidad y respeto aplicable a nuestro entorno.

 

El objetivo es alcanzar una equidad de género real, que permita a todos vivir libres de violencia. Cambiar gran parte de la base de la cultura, es la gran tarea que tienen las organizaciones gubernamentales, las asociaciones y la sociedad civil, si realmente se quiere alcanzar la equidad de género.

 

La cultura de los valores, especialmente el respeto y la atención, incluye desde luego a los hombres. Un hombre educado en valores, formado con principios, caballeroso, culto y estoico, nunca maltrataría a una mujer de ninguna forma.

 

La humanidad merece mujeres plenas, cuidadas y protegidas. Conseguirlo es deber conjunto del gobierno, las asociaciones y la sociedad civil.

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