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EDITORIAL

Muchas notas en medios de comunicación, incluyendo Semanario ESPRESSO, dan cuenta de los problemas que se enfrentan diariamente y que se han vuelto cotidianos: accidentes de motos, autos mal estacionados, apartado de lugares, basura en las calles, violencia, drogas, inseguridad, etc. Ni se diga la guerra sucia y cobarde, detrás de perfiles falsos, que vimos en el pasado proceso electoral. Todo eso denota falta de educación, falta de valores cívicos y éticos y falta de dignidad.

 

Actualmente, nos enfrentamos a un fenómeno preocupante: la decadencia de los valores. En las últimas décadas, ha habido un cambio de actitudes, comportamientos y creencias, que ha disminuido la importancia a conceptos fundamentales como la honestidad, la solidaridad, el respeto y la empatía. Esto ha tenido un impacto profundo en diversos aspectos de la vida en sociedad.

 

Para comprender el declive de valores, se debe analizar sus posibles orígenes. Uno de los factores que ha contribuido a este fenómeno es el cambio en las estructuras familiares. Tradicionalmente, los valores se transmiten de generación en generación; pero con la evolución de la sociedad, las familias han experimentado transformaciones significativas. La falta de tiempo, la desintegración familiar y la disfuncionalidad, impactan en la transmisión de valores sólidos de padres a hijos.

 

Los medios de comunicación juegan un papel crucial en la difusión de valores. La televisión, el internet y las redes sociales están saturados de contenido que promueve la violencia, el individualismo y la superficialidad. Los programas de televisión, las noticias sensacionalistas y las redes sociales pueden contribuir a la “normalización” de comportamientos negativos, en detrimento de los valores éticos y morales. Han propiciado un distanciamiento entre las personas, afectando la calidad de las relaciones interpersonales, las preferencias sexuales y la empatía.

 

La falta de valores en la sociedad tiene consecuencias significativas en la educación, la política, la economía y las relaciones interpersonales. En el ámbito educativo, se manifiesta en la indisciplina, la falta de respeto y la deshonestidad académica. En la política, la corrupción y la falta de ética pueden minar la confianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas. En el ámbito económico, la búsqueda desmedida de riqueza sin considerar las consecuencias sociales puede llevar a la desigualdad y al empobrecimiento de amplios sectores de la población.

 

Es necesario promover la educación en valores desde edades tempranas, fomentar el diálogo y fortalecer la ética y la responsabilidad en todos los ámbitos de la vida social. Es fundamental impulsar una cultura de la solidaridad, la empatía y el respeto mutuo, que promueva la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

 

Es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad promover y defender los valores éticos y morales que son fundamentales para la convivencia pacífica y el bienestar común. Todos podemos contribuir a la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y humana.

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