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EDITORIAL

El pasado lunes 21 de abril, se dio a conocer la noticia del lamentable fallecimiento del papa Francisco, líder de la iglesia católica en el mundo. Descanse en paz.


Con mucho respeto, pues hablar de religión es un tema delicado, lo analizaremos con profunda cautela, pero con la realidad que envuelve a la sociedad actual. 


La muerte del papa Francisco, el pontífice argentino que transformó la Iglesia católica y trabajó para hacerla más inclusiva, sacudió al mundo entero, más allá de la religión. El Sumo Pontífice Francisco o Jorge Bergoglio para los argentinos, era una de esas personalidades que trascendía fronteras y generaba la reacción de líderes internacionales y políticos de todo el espectro ideológico, pues siempre manifestó su compromiso con los inmigrantes y con los más vulnerables, su condena a las guerras que asolan el mundo y los riesgos del cambio climático.


Con la muerte de Francisco, a los 88 años, la Iglesia católica se encuentra en una encrucijada; tras 12 años de su liderazgo, la pregunta es: ¿seguirá por la senda progresista para revitalizar a los nuevos fieles con un mensaje de inclusión, o volverá a sus raíces tradicionales en un momento en el que algunos anhelan una doctrina eclesiástica ligada a las costumbres y la liturgia conservadoras?


El próximo líder de los aproximadamente dos mil millones de católicos del mundo, se enfrentará a una difícil tarea: unir una religión que ha disminuido en algunos países con importantes poblaciones católicas, como Estados Unidos, y que ha experimentado un crecimiento significativo en otros.


Francisco convirtió la difícil situación de los migrantes en uno de los ejes de su papado. Hace poco, criticó los esfuerzos del Gobierno de Trump por llevar a cabo deportaciones masivas. Fue calificado como izquierdista por algunos sectores.


Quienquiera que sea elegido por los cardenales como próximo papa en una reunión secreta conocida como “cónclave”, deberá hacer frente a las necesidades muy específicas de los católicos, que a menudo deben lidiar con la pobreza, la desigualdad económica, con tiranías y con problemas de justicia social.


Los cardenales podrían optar por elegir a un papa que continúe con las reformas de Francisco, u otro que las revierta o simplemente tome un respiro, deje que las reformas se asienten y permita que la Iglesia católica recupere el aliento.


Los posibles candidatos a suceder a Francisco representan a dos facciones: tradicionales o antagónicas; dos visiones y posturas en temas como la familia, el matrimonio, el aborto, la pederastia, derechos de la comunidad LGBT y la migración.


Queda por ver si el próximo papa intentará sanar esas divisiones o, sin quererlo, las profundizará. Expectación por el humo blanco y el futuro de la iglesia católica.


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