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EDITORIAL

El primer jueves de noviembre, de acuerdo al calendario de la ONU, se celebra el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, también llamado bullying.

 

El bullying es ese fenómeno que ha sacudido las conciencias del siglo XXI, aunque existe desde tiempos inmemoriales. Es la ley del más fuerte, hecha realidad en las escuelas y entre menores, contra aquellos que no tienen manera de defenderse, pero que tampoco deberían tener suficientes heridas emocionales.

 

El siglo XXI es una era sumamente violenta, tanto que ya es difícil sorprenderse al ver actos de crueldad u odio entre seres humanos, o incluso hacia otras especies. Los medios han normalizado la hostilidad, al grado de que, es fácil encontrar imágenes de ese tipo, y cualquiera puede verlas, sin importar si es un niño o una persona sensible.

 

Quienes fuimos niños en otra época, también vivimos bullying, aunque el término no se conocía así y lo usual era que el problema no superara algunos golpes, sangre en la nariz y un reporte escolar. La violencia no era tan visible en la calle, en las casas o en los núcleos familiares, de ahí que esa clase de problemas no llegaran muy lejos. Tampoco se hacía apología de la violencia como si se debiera admirar.

 

En la actualidad, la violencia es tanta y tan intensa que, incluso está presente en los salones de clase, se refleja en las actitudes de los más jóvenes y aflora como algo natural, una actitud común ante el mundo y ante los demás.

 

¿Será que nadie está educando a las nuevas generaciones para que crezcan en paz?, ¿Qué va a ser de los más pequeños si se educan pensando que los golpes y la hostilidad son actitudes ideales, ante un mundo que es ya bastante complicado?

 

Por otro lado, la disciplina escolar, antes muy férrea, se ha relajado tanto que ahora los maestros temen reprender a los alumnos so pena de ser reportados, sancionados y hasta suspendidos por atentar contra esta generación de cristal, fruto de padres muy jóvenes también, que tampoco fueron formados para enfrentar la vida con determinación, valores y comunicación.

 

Cifras alarmantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportan hasta 200 mil suicidios al año en el mundo, causados por este problema.

 

México es el país número uno en bullying a nivel mundial, una cifra nada halagadora y sí muy preocupante por las consecuencias sociales que eso podría traer, a mediano y largo plazo. Si los niños de hoy son tan violentos, por un lado, y tan débiles por otros: es fácil estimar qué clase de adultos serán y los problemas sociales que este país enfrentará, en una o dos décadas.

 

Al menos 18 millones de menores en educación básica admiten ser víctimas de acoso escolar, o incluso ejercerlo, sin que evidentemente existan consecuencias por ello. Es obvio que no se sienten protegidos, pero tampoco observan a su alrededor algún marco normativo que les ponga límites, ya sea en la escuela o en la casa.

 

¿Será tal vez que, en un México que no provee lo mínimo a sus habitantes, el odio y el resentimiento son asuntos que se acumulan en los más desprotegidos, y estallan en forma de violencia y auténtico odio humano? Cuidado…


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