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EDITORIAL

No hay plazo que no se cumpla. En tan solo unos días, el próximo martes 1 de octubre para ser exactos, es la fecha establecida para el cambio de poderes en México. Andrés Manuel López Obrador terminará su polémico mandato después de seis años, para los que fue electo como presidente de México en el proceso electoral de 2018. Entrega el poder a su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, primera mujer Presidenta de la República, quien ganara la elección del pasado 2 de junio.

 

Anteriormente el nuevo mandatario asumía el cargo a partir del 01 de diciembre y el sexenio culminaba el 30 de noviembre. Sin embargo, debido a que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tuvo reformas en materia político-electoral, la transición de poderes seré el 1 de octubre. Se modificó el Artículo 83.

 

En pleno respeto a la institución presidencial, se puede cuestionar su desempeño, ya que se ve un país polarizado y dividido. Pocas demandas fueron satisfechas y se palpan problemas sensibles. No criticamos, solo cuestionamos como todo ciudadano observante. Se ganó el voto y la devoción, por un uso excesivo de “mañaneras” doctrinantes. Simulaciones con las que hizo creer que el país está bien. Los primeros meses de Sheinbaum se verá claramente lo dicho por analistas.

 

Cierto que el salario mínimo aumentó en 182.9%. Esto ayudó a reducir la pobreza laboral del 39.8% al 35.8%, beneficiando a 5 millones de personas. Además, sus programas sociales lograron evitar que 4 millones cayeran en la pobreza. Sí hubo avances. Sin embargo, el costo de estas políticas ha sido altísimo para la economía.

 

El crecimiento del PIB ha sido un desastre, el más bajo desde los años 80. Sus promesas de austeridad resultaron vacías, ya que el déficit fiscal alcanzó niveles récord. En salud, los resultados, sin considerar el desastre que causó la mala gestión de la pandemia de Covid-19, son aún más sombríos. Las instituciones que AMLO creó, como el INSABI y el IMSS-Bienestar, no lograron cumplir las expectativas y el sistema de salud no es mejor que el de Dinamarca.

 

En seguridad, la creación de la Guardia Nacional fue insuficiente para reducir la violencia y el crimen organizado controla vastas regiones del país. La política de “abrazos no balazos”, fue un fracaso que se puede medir en muertos. En infraestructura, el AIFA, el Tren Maya y Dos Bocas son criticados tanto por su viabilidad económica como por su impacto ambiental. El gobierno gastó miles de millones de dólares en ellos y quizás nunca generen los beneficios prometidos.

 

Finalmente, su lucha contra la corrupción no logró mucho, la ignoró cuando se trató de sus aliados cercanos y México sigue siendo uno de los países más corruptos del mundo. En conclusión, AMLO deja avances en la reducción de la pobreza, pero fracasos en áreas clave como la economía, salud y seguridad. Su presidencia termina con un país más polarizado y enfrentando graves problemas.

 

Esperamos que lo que viene sea mejor. Hay confianza en que la Doctora Sheinbaum ya investida como Presidenta, con sensatez, retome el rumbo de un país democrático, respetuoso de las instituciones, con libertades y en pleno estado de derecho. Que la vaya muy bien a ella y al país, y a los mexicanos mejor.


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