top of page

EDITORIAL


En repetidas ocasiones en este Semanario ESPRESSO se ha insistido, porque es un problema real, y se seguirá insistiendo, porque lamentablemente es un problema creciente que nadie atiende; sobre el tema de la decadencia de valores en la sociedad. Valores como el respeto, el orden, la tolerancia o la empatía, escasean. Basta echar un vistazo por nuestras calles.


Invariablemente se culpa a las autoridades por el desorden que existe en las calles, sin embargo el origen y responsabilidad, en la mayoría de los casos, está en el ciudadano. Apartar lugares es indebido, la gente lo hace. No poner la basura en las esquinas como centro de acopio, la gente lo hace aunque le digan que no.


Lo mismo pasa con estacionarse indebidamente, tirar basura en la calle, dar mordida, invadir las banquetas o pedir moches. Cuando la decadencia de los valores llega a la función pública, entonces la situación se hace más grave. 


Sin ser moralistas, sino atendiendo la opinión de los que saben, dicen que la decadencia de valores en la sociedad la podríamos comparar con una epidemia que desde hace tiempo genera muchos de los males que enfrentamos como sociedad: la insensibilidad, la falta de respeto, la ausencia de honestidad y la falta de justicia.


Es lamentable cómo la falta de valores y los antivalores permean en la familia, en lo social, lo político, lo económico, lo cultural; generando conductas nocivas y confusión. Hay ausencia de civismo, colaboración y orden en el ámbito educativo, así como de modelos de formación que promuevan el respeto y la honradez.


Es inaceptable la saturación, en los medios de comunicación, de programas que promueven antivalores, hacen culto al narco, apología de la violencia; hace reconocimiento al que se aprovecha de otros, al más “vivo”, al que le saca la vuelta a la norma, al que abusa del más débil. La inacción o indiferencia frente a estos actos de injusticia, muestran la falta de ética y la corrupción, que es una de las grandes consecuencias que genera la falta de valores.


Vemos también esta falta de valores en el ámbito político, plagado de casos de aprovechamiento indebido de recursos públicos para fines privados, falta de compromiso con la ciudadanía e innumerables actos de corrupción, que es un cáncer social que agudiza la pobreza y socava la institucionalidad. 


En fin… Para nuestra suerte, la pérdida de valores se puede combatir con educación y ética. La educación y los hábitos correctos hacen al hombre bueno y, por tanto, al “ciudadano ejemplar” que necesitamos.


Ante la indiferencia del gobierno, es aquí donde la familia tiene un rol primario y de gran importancia, pues es la parte germinal y medular de la sociedad; luego seguirán la escuela y otros espacios. En una familia donde se cultivan los valores y conductas positivas será difícil que los hijos incorporen inconductas o violenten a sus semejantes y a la sociedad.


Fomentemos, por todos los medios posibles, los buenos hábitos, los valores éticos y morales. La sociedad lo necesita…



Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


    bottom of page