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EDITORIAL

El término Abulia, se define como un fenómeno psicológico, caracterizado por un estado persistente en el que, prácticamente, desaparece la capacidad de sentirse motivado o ilusionado por algo. Es una tendencia extrema a la falta de iniciativas o a la apatía. En términos más coloquiales, equivale en México al “valemadrismo”.


Esta tendencia está profundamente arraigada en la cultura del mexicano. Un ejemplo de ello, independientemente del resultado, lo acabamos de observar en las elecciones del pasado domingo, concretamente en el estado de México, donde la apatía y la indiferencia fueron los grandes triunfadores. Ganó el abstencionismo, con más del 50%, lo que es sinónimo de desidia, falta de interés o abulia.


Tal vez no tenga sentido tratar de definir al mexicano de hoy, sobre todo si asumimos que somos una sociedad pluricultural y multiétnica, en la que conviven muchas formas de pensar, sentir y ver la realidad. Pero, en resumen, el mexicano se caracteriza, de acuerdo a estudios, por ser apático, desinteresado, oportunista, fiestero, corrupto o impuntual; con mentalidad de perdedor, por decir lo menos.


Ante esta exposición de datos tan alentadores, sobre el perfil de nuestra población, no faltará quién se pregunte, todavía, por qué vivimos rodeados de problemas sociales, económicos y políticos; del porque enfrentamos una grave crisis de seguridad pública, cifrada en altos índices de violencia y un incremento sustancial de secuestros, extorsiones y crímenes dolosos.


Encontramos explicaciones, que van desde las que sostienen que la sociedad mexicana sólo ve por el presente y no por su futuro, hasta las que sostienen que somos una sociedad individualista: “mientras no me pase a mí, no hay problema”.


La confianza personal, que tiene la mayoría de los mexicanos sobre la posibilidad de cambiar su futuro personal y el de su familia, paradójicamente, se opone al sentimiento de inseguridad sobre su capacidad para cambiar el rumbo que lleva el país, al cual solemos ver como un barco a la deriva, al que le falta rumbo y liderazgo.


Esta actitud de negligencia, degrada la convivencia colectiva, degrada el respeto, el reconocimiento y la solidaridad, que nos debemos como ciudadanos, donde los temas públicos son asuntos de todos y son nuestra responsabilidad individual, como ciudadanos. Las soluciones que necesitamos dar a los problemas, retos y dilemas que enfrentamos como nación, sólo se darán al alcanzar acuerdos surgidos del consenso y respeto a la diversidad de opiniones y visiones, que existen entre los mexicanos.


La desconfianza en nuestros gobernantes, partidos políticos e instituciones, sirven para justificar la indiferencia que, muchas veces, nos conduce a la apatía, a la inmovilidad o el miedo. Los mexicanos de hoy, debemos abrirnos a la posibilidad de construir un futuro más promisorio para nosotros mismos y para las generaciones del futuro; no existe mejor espacio que nuestro país, ni mejor familia que nuestra sociedad, para plantearnos las soluciones que nos demanda el devenir.


En Coatepec, se refleja la misma tendencia. Nos pueden invadir la zona de la montaña, que es fábrica de agua, y no decimos nada. Los ediles regalan un terreno, que no es suyo, para un banco, y nos quedamos callados. Se construyen fraccionamientos, sin permiso, y nadie exige legalidad. Nos traen festivales ajenos a nuestra cultura y no repelamos. Nos quitan la Feria del Café y no exigimos. En fin, no busquemos culpables, somos todos.


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