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Reflexiones

Por Héctor Hernández Parra

 

El discurso que la izquierda de asumirse como una cuarta oportunidad, en el gobierno y en la vida social de nuestro país, concibe su presencia como una evolución histórica y justifican su aparición como una oportunidad para encontrar una renovación y su consecuencia en el cambio histórico. La verdad es que históricamente no hay tal.

 

Sabemos que desde el siglo XIX hasta el año de 1930, nuestro país evolucionó significativamente; experimentó una crisis política casi permanente, así lo refieren historiadores como Lucas Alamán y Emilio Rabasa, desde el inicio de la Independencia y cien años más tarde.

 

Los movimientos armados, casi de forma permanente, se han registrado a figuras destacados como el general xalapeño Antonio López de Santa Ana, motivado por cuenta propia y favoreciendo intereses ajenos, impulsando una postura de un partido y posteriormente defendiendo opuestas.


En la etapa de formación constitucionalista desde el año 1822, México tuvo siete congresos constituyentes, una Acta Constitutiva, tres constituciones, un acta de reformas, dos golpes de estado, cuartelazos a nombre de la soberanía de Estado, planes revolucionaros, asonadas, protestas y manifiestos.


Por naturaleza, cada vez que existía una concentración de poder y riqueza en un reducido número de personas, al cerrarse las oportunidades a interesados en participar en los beneficios del poder y la riqueza, a través de la violencia y diversas alianzas políticas y económicas, se gestaban movimientos a fin de desconocer y organizar movimientos populares que desplazarían a quienes buscaban perpetuarse en el poder.


Desde el movimiento de la Independencia, que originalmente buscaba evitar ser gobernados por la familia Bonaparte, al que se le sumaron los criollos que, al ser excluidos del poder, pretendieron participar en compañía de Agustín de Iturbide y se decidieron a combatir a los Insurgentes. Sin embargo, este personaje los traicionó y asumió el poder.

Vino la Consumación de la Independencia, los excluidos desplazaron a Iturbide motivados por Santa Anna y los conservadores promovieron una revuelta; llegó la República Centralista, la división del país, posteriormente fragmentaría al poder en Estados, sujetos a un poder central; luego la Revolución de Ayutla, con la que se pretendía mover al dictador Sana Anna; al llegar Juárez y sus ministros liberales y militares, nos dieron las Leyes de Reforma. El Patricio se mantuvo en la silla presidencial hasta que el Congreso en 1861, que le exigió separarse del cargo, por lo que buscó modificar la constitución para mantenerse.


El General Porfirio Díaz encabezaría la oposición a la permanencia juarista en Palacio Nacional; y más tarde incurriría en una estancia dictatorial.

La etapa revolucionaria, la constitucionalista, los caudillos, los sexenios priistas se habían mantenido en una alternancia, que va de la etapa sangrienta hasta la aparición de una institución ciudadana.


La pretensión de López Obrador es, evidentemente, utilizar de forma electoral la voluntad ciudadana a través de migajas obtenidas del empobrecimiento del desarrollo económico nacional, eliminar órganos autónomos que visualicen y difundan la corrupción morenista y enriquecer a sus aliados.


Ante su intención de perpetuarse en el poder, el proceso electoral 2024 actualizaría su caída, ahora por la irrupción popular ciudadana y política a través de las urnas. Los ciudadanos, hoy, realmente pueden transformar la Historia nacional contemporánea.  

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