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¿QUÉ ES LA TRASCENDENCIA?

Con motivo de la tradicional conmemoración de “Día de muertos” hablaremos hoy sobre la trascendencia y su significado ante la muerte.

En términos generales la trascendencia se puede definir como “la cualidad de superar los límites de algo, ya sea en un sentido físico, moral o intelectual”, y ya que en el ser humano se conjugan estas tres dimensiones, podemos pensar que el anhelo de lograr trascender es algo propio de nuestra naturaleza.

Comúnmente la trascendencia se refiere a la importancia o el impacto de algo, por ejemplo en el arte, que se nos revela como un gran valor estético a siglos de haber sido realizado por su creador; o en el acto heroico del patriota, por el cual es recordado a través de la Historia. Tenemos así que a través del tiempo los humanos hemos tratado de marcar la huella de nuestro paso por este mundo, tanto en las construcciones monumentales del pasado que honraron la memoria de reyes y héroes, como en las pequeñas acciones cotidianas del que desea dejar un recuerdo imperecedero a sus familiares.

Existe, además un sentido de la trascendencia que va más allá de lo material y de la fama, y que ha estado presente en el pensamiento humano incluso desde tiempos de los hombres de Neandertal. Este es el sentido de la trascendencia más allá de esta vida, que surge en las diversas religiones del mundo y pasa posteriormente a la reflexión filosófica desde tiempos de la antigua Grecia.

Así, para el gran filósofo idealista Platón la muerte no significaba el fin de la existencia, sino la separación del cuerpo y el alma, que al ser purificada por este proceso podría ascender hacia el conocimiento de la Verdad, en el reino de las ideas o Formas eternas. Las ideas de Platón influenciaron fuertemente al pensamiento de San Agustín de Hipona quien fue uno de los teólogos más importantes de la religión Católica a inicios del medievo, y que al llegar al siglo dieciséis era la fe imperante en los reinos que conformaban lo que actualmente es España.

A la llegada de los primeros exploradores españoles a lo que hoy llamamos México se encontraron con diversas religiones nativas con ciertas afinidades entre ellas, el culto a los muertos era una de éstas.

Los aztecas y mayas, entre otros muchos pueblos americanos, veían la muerte como una transición natural, no como un final absoluto, sino como un paso hacia otra forma de existencia, parte de un ciclo continuo de vida y muerte, similar al movimiento del sol. Creían que los espíritus de los difuntos seguían conectados con los vivos, con la tierra y con la naturaleza. Ambos pueblos realizaban rituales funerarios elaborados para ayudar al alma del difunto en su viaje al inframundo, que en el caso mexica era el Mictlán, y en el maya el Xibalbá.

El encuentro entre las culturas hispana y nativa necesariamente provocó tanto la confrontación y la guerra como la fusión de pueblos y costumbres. En el caso de la religión católica y las nativas el sincretismo religioso se cristalizó en el Día de muertos principalmente por la idea de trascendencia de la que ya hemos hablado y además por la relativa cercanía de las fechas conmemorativas de ambas culturas.

Obviamente muchos rituales sanguinarios fueron prohibidos por la Iglesia Católica, pero en el caso del culto a los muertos se le toleró por identificarlo con las festividades católicas de Los fieles difuntos, y probablemente por considerarlo una costumbre indígena inofensiva, que en todo caso lograría atraer a los recién vencidos al mundo cristiano por medio de la evangelización y la asimilación.

Al paso de los siglos el Día de muertos persiste como una de las tradiciones mexicanas más arraigadas con sus altares y visitas a los cementerios, aunque no ha escapado tanto a la comercialización como a la influencia de la costumbre norteamericana de Halloween o Día de brujas, que poco o nada tiene que ver con nuestra identidad nacional.

Finalmente cabe considerar que si la muerte nos separa físicamente de nuestros seres queridos, el recuerdo de los ausentes es también un reflejo de esa

trascendencia que desde los albores de la humanidad se ha buscado en tantas formas.

Termino por hoy citando un fragmento del poema “Soy un ser humano” del gran músico y poeta argentino Alberto Cortés:

“¿Qué vale más?

¡Inquietud de mi existencia!

Cuando llegue el final y quede inerte…

Si el Arte, por fijar mi trascendencia,

O el eterno misterio de la Muerte”


¡Que pasen un bonito Día de muertos!


Valente Salazar Díaz

Colaborador

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