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¿Qué es el ADN? (III)

En las anteriores ediciones de esta columna hemos tratado de explicar en términos sencillos la importancia del ADN para el desarrollo y diversidad de las especies vivientes sobre la Tierra señalando dos puntos fundamentales:

Primero, que la vida se ha desarrollado en nuestro planeta a partir del momento en que una molécula, el ADN, adquirió la capacidad de autorreproducirse, lo cual fue esencial para el inicio y evolución de la vida.

Segundo, que la información contenida en el ADN y expresada a través de los genes determina la identidad de cada una de las especies vivientes (animales, vegetales, hongos y demás grupos) pero también la expresión de las características físicas (o fenotipo) de cada uno de los individuos que conforman dichas especies.

Así pues, los genes son porciones de ADN, y los cromosomas son "paquetes" de ADN que llevan esos genes, distribuidos en pares dentro del núcleo de cada célula. La ciencia que estudia la transmisión de caracteres tanto físicos como funcionales es la Genética, cuyos principios básicos fueron establecidos por el monje agustino Johan Gregor Mendel a mediados del siglo XIX, estudiando la transmisión de caracteres físicos en plantas de chícharos de líneas puras mediante cruzamientos selectivos.

Irónicamente, Mendel estableció los principios de la genética y fue el primero en usar el concepto de genes sin tener idea de la existencia del ADN ni de la naturaleza de los cromosomas que los contienen, sus descubrimientos y las leyes que formuló a partir de ellos fueron totalmente intuitivos pues no existían en su tiempo los avances tecnológicos y científicos que hubiera requerido para profundizar más en el conocimiento del ADN y su relación con los genes.


Para comprender mejor lo anterior podemos usar como ejemplo a una especie muy familiar para nosotros, que es la del perro doméstico. Al contemplar la variedad de razas puras de perros -con distintos tamaños, colores de pelaje y aspecto físico- que son producto de un proceso de cruzamiento selectivo a través de décadas, podríamos llegar a pensar que un perro chihuahueño no está emparentado genéticamente con un gran danés o un san Bernardo, y sin embargo el genoma o conjunto de genes del ejemplar en cuestión es el mismo, pues son los genes que determinan que todos ellos sean perros.

El genoma, por lo tanto, es determinante para la caracterización de la especie; un perro, un lobo o un coyote pueden tener genomas muy parecidos ya que están evolutivamente emparentados –al grado de que existen híbridos producto del cruzamiento entre individuos de especies distintas- pero las características determinadas por los genes pueden tener distintas expresiones físicas, tales como tamaño, color del pelaje y forma de las orejas distintas.

Aún en organismos aparentemente idénticos como las bacterias o los protozoos, que son unicelulares, existe variabilidad como la resistencia menor o mayor a cambios de temperatura o a la exposición a antibióticos, y ésta es determinada por los genes de la célula en cuestión.

Haremos un alto, pues el tema es extenso, para volver en la siguiente edición de esta columna abordando la estructura del ADN según el modelo de Watson y Crick, y su importancia para el desarrollo de la ciencia contemporánea.

Que tengan un buen fin de semana amables lectores.


Valente Salazar Díaz

Colaborador

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