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EXPRESSO CORTADO

LA MUJER INEFABLE

Gilberto Medina Casillas

 

Yo me crie en el seno de una familia católica, con toda la represión y el sentimiento de culpa que caracterizan esta religión que amenaza con el infierno y premia con el cielo.

Podemos estar en contra de su absolutismo recalcitrante. Pero debemos reconocer que su código moral es muy amplio y con base en la evitación del pecado en sus variadas modalidades, se constituye un conjunto de comportamientos sanos, justos y meritorios.

Cursé la educación básica en escuelas confesionales toleradas por el gobierno, con la condición de que no se diera catecismo a los niños y jóvenes.

Lo que quiero dar a entender es que mi contacto con mujeres en la escuela se dio hasta la preparatoria.

Había tenido varias novias y una de ellas despertó mis hormonas masculinas generosamente.

Pero en el plano intelectual, para mí, la mujer como un concepto, significó lo bello, la ternura y la llave de los secretos que guarda el corazón.

Yo conformé la imagen de la mujer a partir de la literatura e influyó en mí en forma determinante la visión del romanticismo, donde abrevé en las fuentes de poesía, de Edgar Allan Poe, de Lord Byron, de Rubén Darío, de Friedrich Von Schiller, de Emily Dickinson, de Elizabeth Barrett, de Óscar Wilde, de Alfred de Musset, de Heinrich Heine, de Samuel Taylor Coleridge, de William Shakespeare, de Yeats, de Horacio, de Virgilio, de Huidobro, de García Lorca, de Miguel Hernández, de Espronceda, de Nervo, de Gustavo Adolfo Bécquer; y las novelas de Goethe, de Hugo, de Walter Scott, de Maupassant, de Gerald de Nerval, de  Alphonse Daudet. Jane Austen y Emily Brontë.

Yo de joven idealicé a la mujer tal como me enseñaron mis escritores favoritos.

Y en mi casa me dijeron ‘que a la mujer no se le ‘toca’ (agrede) ni con el pétalo de una rosa’.

Vamos al tema.

Los poemas y novelas románticos reflejan la belleza etérea y sublime de la mujer a través de imágenes idealizadas y simbólicas que exaltan su pureza, delicadeza y carácter casi divino. Esta belleza femenina se presenta como inaccesible y casi sobrenatural, lo que la convierte en un objeto de amor idealizado y contemplativo.

Se utilizan comparaciones con elementos puros y delicados de la naturaleza, como la nieve, el jazmín o el mármol para describir la tez; el rubí o el clavel para los labios; las rosas para las mejillas y las estrellas para los ojos, reforzando así la idea de una belleza inmaculada y celestial.

La mujer es frecuentemente llamada “ángel”, “virgen” o “celestial”, términos que subrayan su carácter puro y divino, manteniéndola como un ser inalcanzable y sublime.

La mujer ideal aparece como una figura angelical y etérea, con rasgos físicos como cabellos rubios, ojos claros y tez pálida, que le confieren un aspecto casi enfermizo y una cualidad inalcanzable. Este arquetipo representa un amor puro, platónico y contemplativo, que inspira al poeta sin consumarse en deseo carnal.

La belleza femenina en el Romanticismo no solo es física sino también espiritual y simbólica, capaz de redimir almas y despertar en el poeta sentimientos profundos y contradictorios, como la admiración y el dolor.

En algunos poemas, la mujer es presentada como un sueño de piedra, una esfinge incomprendida cuya belleza es eterna y muda, fascinando y cautivando con su mirada, que es descrita como un espejo que hace todo aún más bello.

La mujer es concebida como un ser sublime, etéreo y casi divino, cuya belleza y pureza despiertan en el poeta sentimientos profundos de admiración, amor y anhelo, que se traducen en la creación artística.

En los poemas románticos la mujer es símbolo de inspiración y perfección artística porque encarna el ideal sublime, etéreo y eterno que impulsa la creación poética, representando la belleza y la pureza como motores de la emoción y la búsqueda artística hacia lo absoluto.

La mujer se representa como un ser solidario, capaz de amar y soñar, reflejando una dimensión humana profunda que va más allá de la idealización etérea. Esta representación destaca su empatía, sensibilidad y capacidad para establecer vínculos afectivos basados en la comprensión y el apoyo mutuo.

Gustavo Adolfo Bécquer y otros autores románticos consideran a la mujer como un arquetipo inalcanzable y sublime por varias razones ligadas a la estética, la filosofía y la sensibilidad propias del Romanticismo.

Bécquer utiliza tres arquetipos femeninos recurrentes: la mujer fatal, la mujer ideal y la mujer-poesía. La mujer ideal es descrita como un ser angelical y etéreo, cuya pureza y belleza sublime la hacen inalcanzable para el amor terrenal, representando un ideal de perfección y espiritualidad que trasciende lo mundano.

Esta figura femenina no es solo un objeto de deseo, sino un símbolo de inspiración artística y metapoética: la mujer-poesía es una dama inexistente en el mundo material, que habita solo en la mente del poeta, un ideal que provoca tanto admiración como dolor, y que nunca puede ser plenamente poseída ni comprendida.

La mujer sublime y etérea representa un amor más contemplativo y espiritual que carnal, un amor que se nutre de la distancia y la idealización, lo que genera en el poeta sentimientos profundos de anhelo, melancolía y a veces sufrimiento. Esta distancia convierte a la mujer en un símbolo de perfección inalcanzable que impulsa la creación poética y la reflexión sobre el amor y la belleza.

En las leyendas de Bécquer, las mujeres son seres de belleza sobrenatural, casi “inhumanos”, que habitan en lugares misteriosos y provocan el sufrimiento del hombre al ser imposibles de poseer, reforzando la idea de la mujer como un enigma sublime y doloroso.

Esta idealización responde también a la influencia del pensamiento romántico que valoraba el individualismo, el subjetivismo y la exaltación de lo espiritual y lo irracional frente a la realidad material y racionalista. La mujer inalcanzable es un reflejo de la búsqueda del poeta por un ideal absoluto, que se manifiesta en una figura femenina que encarna el amor, la belleza y la poesía misma.

Además, la mujer idealizada cumple un papel simbólico similar al de la "donna angelicata" renacentista, como Beatriz o Laura, figuras que representan un amor puro y espiritual, inalcanzable y que alimenta la creación artística y literaria.

He hecho un resumen de la mujer inefable que retrata el romanticismo. Termino esta entrega señalando que esta visión, enraizada en mi alma, no se ha perdido del todo, más allá de los niveles culturales, actitudes propias y ‘riot grrrr’, este sentimiento de admiración y respeto prevalece en mi ánimo.

Os presento algunas citas de los poemas románticos a manera de ejemplo, unos de Rubén Darío y otros de Gustavo Adolfo Bécquer.

Del gigante Rubén Darío:

"Jamás he visto quien se entrega / maravillosa y sobrehumana, / siendo la maravilla griega / y siendo la virgen cristiana".

"Y pues eres una mujer / que hay que admirar y que querer, / que hay que admirar y que amar, / que hay que buscar y que escoger, / que hay que sentir y que estimar, / que hay que vivir y que adorar, / que hay que dormir y que besar, / que hay que sufrir y contemplar".

"¡Oh reina rubia! – le dije, mi alma quiere dejar su crisálida / y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar; / y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida, / y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".

"Margarita, está linda la mar, / y el viento, / lleva esencia sutil de azahar; / yo siento / en el alma una alondra tu acento / cantar".

"Y una gentil princesita, / tan bonita, / Margarita, / tan bonita, como tú".

"El eterno femenino puede tornar humano lo divino"

.   .   .

 De Bécquer:

"Dime, mujer, cuando el amor se olvida / ¿sabes tú adónde va?"

"Tú eras el huracán y yo el alta torre que desafía su poder"

"Despierta, tiemblo al mirarte, dormida, me atrevo a verte"

"Hoy, la he visto… La he visto y me ha mirado. Hoy creo en Dios"

"La poesía eres tú”

"Por una mirada, un mundo, / por una sonrisa, un cielo, / por un beso… ¡yo no sé / qué te diera por un beso!"

.   .   .

Ser romántico es un privilegio, yo lo disfruto al tiempo que encarezco a la mujer grandemente.

Al final de cuentas muchos vivimos de ilusiones.

Termino con un complejo poema de José de Espronceda para aportar un comentario crítico en el propio contexto.

.   .   .

Fresca, lozana, pura y olorosa,

gala y adorno del pensil florido,

gallarda puesta sobre el ramo erguido,

fragancia esparce la naciente rosa.

 

Mas si el ardiente sol lumbre enojosa

vibra, del can en llamas encendido,

el dulce aroma y el color perdido,

sus hojas llevan el aura presurosa.

 

Así brilló un momento mi ventura

en alas del amor, y hermosa nube

fingí tal vez de gloria y de alegría.

 

Mas ¡ay! que el bien se trocó en amargura,

y deshojada por los aires sube

la dulce flor de la esperanza mía.

 

Apostilla:

Las feministas, han de pensar que esta visión excedida de la mujer proviene de las deformaciones del patriarcado, pero se equivocan si así piensan. Proviene de sentimientos gloriosos, atados a la madre, que reivindican al sexo femenino.

La percepción romántica de la fémina no es misógina.

Pero, igual, que cada uno piense lo que pueda.

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INTERSECTO FANTASMATICO ENTRE LO SUBLIME Y LO PROSAICO, EN SENTIDO RETORICO.

UNA EXCELENTE NANO ANTOLOGIA DE AUTORES ESPAÑOLES Y REFERENTES UNIVERSALES SOBRE EL TEMA DE LA FEMINEIDAD Y LA MUJER. LA VENA DE LA MISMA TEMATICA EN LA CULTURA POPULAR , EN LA MUSICA POPULAR, HACE FALTA. FELICIDADES BOSS. NUY DISFRUTABLE ARTICULO.

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