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Detalles de nuestra historia

Julio Contreras Díaz


PLAN DE VIAJE


Tres años de pandemia. Estamos al margen de la vida a la que nos acostumbramos. Hoy se emplean términos imperativos como el distanciamiento social, quédate en casa, usa el tapabocas, retrasa la propagación del virus para aplanar la curva. Muchos educandos siguen con clases virtuales alterando las actividades de los padres en todos sentidos. A esta crisis, hoy le agregamos las noticias de la guerra y al enterarnos de la evacuación de los mexicanos residentes de Ucrania, quedamos terriblemente impactados, con incertidumbre para hacer cualquier plan de viaje.


Mientras el mundo sigue su marcha y hurgando en mis archivos personales, encontré una emotiva carta de mi hermana Elvia que, al leerla, me induce a documentarme y a no perder la esperanza de que al finalizar esta etapa bélico-pandémica, estemos listos para llevar a cabo cualquier intención. Con atrevimiento, les comparto la misiva:


Vientos del este. Angkor


Justo al entrar por la ancha avenida, vislumbras las torres —medio doradas, medio cafés desde nuestra perspectiva momentánea— que surgen como gigantes inmóviles en medio del verde rabioso de la jungla. Es Angkor, el corazón del imperio Khmer que floreció en Indochina del siglo nueve al siglo trece y que sobrevive hasta ahora para hablarnos, tal vez, de la magnificencia de su genio o del poder de sus divinidades.

Pocos lugares en el mundo son tan fascinantes como éste: conjunto de templos, avenidas y lagos que regalan al visitante la emoción de caminar por sendas sagradas y la conciencia de percibir la inefable atmósfera de mundos remotos que lo transportan a una total armonía con el orden natural de las cosas. Nuestra admiración silenciosa para quienes fueron capaces de erigir tales colosos.

Angkor está en la actual Camboya, en la ciudad de Siem Reap, capital de la provincia del mismo nombre y en 1992 fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Consta de 52 monumentos, cada uno con sus particularidades y estilos de acuerdo a la época y al monarca constructor, pero todos son ejemplo claro de laboriosidad y poder.

Casi imposible decidir cuál es el favorito, sin embargo, BAYON con sus 54 torres y sus 216 rostros esculpidos en ellas, rezuma grandiosidad. Gigantescos rostros de piedra, de miradas oblicuas y enigmáticas sonrisas dan la bienvenida a los miles de turistas que deambulan diariamente.


La leyenda dice que el monarca Jayavaran VII mandó a esculpir su cara en todas partes para que su pueblo supiera que lo vigilaba y velaba por él. Los gruesos labios del soberano me hicieron recordar a las cabezas olmecas mexicanas y me atreví a pensar si ese pasado remoto de su cultura y la nuestra no habría sido protegido por los mismos dioses. Dioses semejantes con distintos nombres.

Otro rasgo culminante de BAYON, son sus esculturas en bajorrelieve en donde se ven miles de "apsaras", sensuales mujeres que danzan a su rey aspirando a ser la favorita. Hay ejércitos, bandas de música, mercados, elefantes montados por soldados, caballos, toros, tigres, batallas y procesiones. Escenas de la vida cotidiana que a manera de espejos reflejan su grandioso pasado. El paseo termina, hay que volver y despedirse de este templo que se queda ahí con sus secretos.

Gracias Hermana y también a la tecnología que nos permite estar conectados evitando todo sitio que promuevan el pánico o información tergiversada. Amigos: desde nuestro aposento seguiremos informando y compartiendo para no perdernos en estas caóticas circunstancias. Ya lo decían los de antes: “Al mal tiempo, buena cara”.

¡Ánimo ingao...!

Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz.


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