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¿Y tú, ya conoces tu karma?
En la actualidad, la palabra karma se ha popularizado y cada día es más común escucharla. Se ha incluido en nuestro lenguaje y la ocupamos incluso en tono de broma, sin tener en cuenta la profundidad y la connotación de esta palabra. La utilizamos para referirnos a eventos desafortunados que les suceden a las personas o cuando alguien recibe su merecido. Es considerada una ley cósmica invisible que hace justicia. Pero, ¿realmente entendemos lo que es el karma?
La palabra karma proviene del sánscrito, la lengua más antigua del mundo, también conocida como la lengua de los dioses. Surge de la tradición védica originaria de la India. Su traducción literal es “acción”. Pero, ¿qué es realmente la acción? ¿Cómo nuestras acciones pueden afectarnos? ¿Existe realmente el karma?
Hay muchas preguntas que pueden surgir ante un concepto o tema que casi no se trata en Occidente y que solo se utiliza para referirse, de forma superficial, a lo malo que le pasa a alguien.
El término karma, desde la perspectiva de los Vedas, no es un mito ni un simple dicho popular: es una ley universal, un ciclo que sigue la naturaleza, basado en nuestros propios deseos que nos motivan a actuar, recibiendo lo que hemos cultivado en nuestra vida. “Toda acción lleva una reacción”, dice Newton. Esto es una ley en nuestro mundo. Por ejemplo, si uno desea disfrutar de la comida en exceso y lo hace, nuestro cuerpo cambiará de forma: naturalmente se hará más grande para poder almacenar más comida, el estómago se expandirá, y si seguimos disfrutando desmedidamente, habrá una reacción en nuestros órganos, tejidos y sistemas.
La acción misma es el karma. Nuestros actos y decisiones en esta vida formarán el camino que transitamos; por eso, tener conciencia de nuestro actuar es fundamental. Es importante entender que la acción (karma) no es solo lo que hacemos físicamente, sino también lo que pensamos y deseamos, pues todo ello deja impresiones en nuestra conciencia (saṁskāras), que modelan nuestra vida presente y futura.
Desde la filosofía del bhakti-yoga, se entiende que nuestras acciones no deben nacer del egoísmo ni del deseo de placer personal, porque eso perpetúa el ciclo de nacimiento y muerte (saṁsāra). Más que “buen karma” o “mal karma”, la verdadera enseñanza es actuar con conciencia y con un propósito superior, entendiendo que nuestras acciones forman parte de una red más amplia que trasciende el beneficio individual. Actuar sin esperar nada a cambio y aceptar todo lo que nos llega porque es el resultado de nuestras propias decisiones —se escribe y se lee más fácil de lo que conlleva hacerlo—, pero es fundamental entenderlo y poder llevarlo a la práctica para tener una vida más alineada con la tranquilidad y la armonía. Entender el poder del acto y poder dirigir nuestra vida hacia un enfoque más consciente. No solo actuemos por actuar, sino que aprendamos a actuar: seamos buscadores de la verdad y aprendamos a auto-descubrirnos.
Las enseñanzas del bhakti-yoga nos muestran que debemos reconocer que somos responsables de cada consecuencia que vivimos. No se trata de resignarse ni de justificar el sufrimiento como “castigo divino”, sino de entender que cada experiencia es el resultado de lo que hemos sembrado, y por lo tanto, una oportunidad para aprender y purificar nuestro corazón.
Así, la ley del karma no castiga ni premia caprichosamente; solo refleja nuestra propia historia. Cada pensamiento, palabra y acto cuenta, porque todos ellos nos construyen y dejan una huella en el tejido invisible que sostiene nuestra vida. Reconocer esto no solo nos hace más responsables, sino que también nos invita a vivir con mayor profundidad y honestidad, sabiendo que en cada instante estamos sembrando las semillas de nuestro futuro.
El karma es el espejo más claro de quiénes somos realmente. Y entenderlo es dar el primer paso para transformar nuestra vida desde dentro.
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