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CON-CIENCIA

3 de diciembre de 1833 - Nace Carlos Juan Finlay, médico e investigador que descubrió la transmisión de enfermedades por medio de un vector biológico (el mosquito).

 

El 3 de diciembre de 1833 nació en Camagüey, Cuba, Carlos Juan Finlay y Barrés, uno de los médicos e investigadores más trascendentes en la historia de la medicina latinoamericana y mundial. Hijo de padre escocés y madre francesa, ambos avecindados en la isla, Finlay creció en un ambiente multicultural que despertó desde temprano su curiosidad científica. Tras cursar estudios básicos en Cuba y en Francia, viajó a los Estados Unidos para formarse en medicina. En 1855 obtuvo el título de médico en el Jefferson Medical College de Filadelfia, institución donde comenzó a desarrollar su interés por la investigación epidemiológica y las enfermedades tropicales.

 

A partir de su regreso a Cuba, Finlay se dedicó al ejercicio clínico y a la investigación independiente en un contexto sanitario complicado para el Caribe y América Latina. Durante el siglo XIX, la fiebre amarilla representaba una amenaza constante: epidemias periódicas causaban miles de muertes, afectaban el comercio, paralizaban puertos y generaban pánico en las poblaciones.

 

Aunque muchos científicos proponían teorías contagionistas, miasmáticas o ambientales, nadie había logrado demostrar de manera convincente un mecanismo específico de transmisión. Finlay, sin embargo, observó patrones epidemiológicos que lo llevaron a formular una hipótesis revolucionaria para su época.

 

En 1881, durante la Conferencia Sanitaria Internacional de La Habana, Finlay presentó su teoría según la cual la fiebre amarilla no se transmitía por contacto directo ni por aire contaminado, sino por la picadura de un insecto: el mosquito Aedes aegypti. Según su planteamiento, este mosquito actuaba como un vector biológico, capaz de adquirir el agente infeccioso al picar a una persona enferma y transmitirlo posteriormente a individuos sanos. Esta idea, hoy fundamental para la epidemiología moderna, fue en su momento recibida con escepticismo.

 

Durante años Finlay realizó experimentos controlados, entregó evidencia meticulosa y defendió su hipótesis frente a una comunidad científica que consideraba improbable que un insecto pudiera desencadenar epidemias tan devastadoras.

 

La confirmación definitiva de su teoría llegó a comienzos del siglo XX, cuando la Comisión Médica del Ejército de los Estados Unidos, dirigida por Walter Reed, retomó sus investigaciones y corroboró que Finlay tenía razón. Reed reconoció públicamente que el trabajo del médico cubano había sido esencial para identificar el mecanismo de transmisión de la fiebre amarilla.

 

Este descubrimiento permitió implementar campañas de control del mosquito, reducir drásticamente la mortalidad y posibilitar proyectos de enorme importancia histórica como la construcción del Canal de Panamá, antes obstaculizada por epidemias constantes.

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