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¿Qué es la ética judicial? (II)

En la pasada edición de esta columna analizamos la naturaleza de la ética judicial, que definimos como “la rama de la ética que estudia los principios morales que deben guiar la conducta de los jueces y demás operadores del sistema de justicia”. Señalamos también que al referirse a una base moral comprendemos que al cambiar la moral a través del tiempo, así como entre distintas regiones y países, el concepto de lo que se entiende por justicia y las leyes que de ella emanan cambian también.

Indicamos finalmente que los principios básicos o ideas rectoras de la ética judicial, que deben regir la conducta del juzgador, incluyen: Independencia, Imparcialidad, Objetividad, Integridad, Profesionalismo y Diligencia, Responsabilidad y Transparencia.

Ahora bien, podemos distinguir, de hecho, dos conjuntos de principios entre los que hemos mencionado, a saber:

· Principios jurídicos, que constituyen la base constitucional de las normas de derecho positivo que deben organizar, regular y garantizar el adecuado desempeño de los juzgadores. Entre estos estarían la independencia, el profesionalismo y la transparencia, por ejemplo.

· Principios éticos, que constituyen los patrones morales que, por su contenido y generalidad, son el sustento de las normas deontológicas de la función judicial. La imparcialidad, la integridad y la objetividad estarían entre estos principios.

La conocida representación clásica de la justicia en la figura de la diosa griega Themis como una joven con los ojos vendados y sosteniendo en sus manos una balanza y una espada está inspirada en la imparcialidad de los ojos vendados que no ven con favoritismo a nadie, la balanza de la objetividad y la equidad que sopesan los elementos de prueba presentados ante el juez y la espada de la justicia al dictaminar la sentencia y su ejecución.

En verdad es triste ver como la pasada “elección judicial” ha dejado de lado estos principios al ser promovida por un poder legislativo, ajeno al judicial, y que por tanto fue atentatoria al principio de independencia; con una lista de candidatos emanada de un partido gobernante y promovida a través de los famosos “acordeones” lo que pone seriamente en duda la posible imparcialidad y objetividad de unos “jueces” que deben su nombramiento a padrinos políticos; y finalmente integrada por individuos de muy dudosa reputación en algunos casos, y sin una trayectoria que avale el profesionalismo y la responsabilidad que deben a su ejercicio y a la nación que deberían defender.

Si lo anterior parece exagerado, la ceremonia inaugural de actividades de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación donde el nuevo ministro presidente de la Corte, aduciendo su supuesta identidad indígena, ha invocado a Quetzalcoatl para que oriente los trabajos que esta corte realice no son sino el vivo reflejo de la ignorancia, al pedir que la corte sea “protegida” por un ídolo de piedra, y de la indignidad de los nuevos ministros, al prestarse a tal pantomima.

Ciertamente el mundo entero y no sólo nuestro país confronta hoy tiempos difíciles, marcados por la guerra en otras latitudes, por el cambio climático

cuyos efectos se han presentado devastadores recientemente en nuestro Estado de Veracruz, por la inequidad social que lejos de aminorarse se robustece con proyectos políticos “socialistas” que tienen a la misma pobreza que dicen combatir como capital político y granero de votos, y por una deshumanización cada vez mayor, que nos aleja de los valores y principios fundamentales que heredamos de nuestros antecesores. Ante esto cabe hacer votos para que reflexionemos todos sobre nuestros retos en el futuro y sobre nuestra responsabilidad social; si las normas y valores de antaño son cambiados que cambien para bien, no para destruir a las instituciones constitucionales que han sustentado a nuestra Nación como una República Federal sustentada en tres Poderes Constitucionales, y no en una dictadura de partido.

Deseo a todos un buen fin de semana, y la esperanza de un futuro mejor.

Valente Salazar Díaz

Colaborador

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