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FILOSOFÍA CLÁSICA


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El bien y el mal La conducta del hombre está determinada por su educación y naturaleza humana, su entorno y el ambiente en el que se formó. El bien y el mal es parte de la ética dentro de los temas de filosofía y forma parte en la cotidianidad del ser humano. Al hablar sobre el bien y el mal, tres aspectos importantes llaman nuestra atención: 1.- Al calificar algo como bueno o malo lo hacemos desde nuestra conciencia personal y juzgando desde que somos niños. 2.- Los integrantes de la sociedad generalmente llegamos con relativa facilidad a un punto de acuerdo o coincidencia acerca de lo que es bueno o malo con respecto a algo que conocemos o nos afecta a todos, y rara vez sucede lo contrario. 3.- Dichas coincidencias son las que confirman la serie de normas y reglas en el derecho y sus leyes. El bien está relacionado de manera específica con una valoración ética o estética tales como amor, orden, justicia, armonía, paz o libertad. En cambio el mal se considera lo opuesto, por ejemplo: el desorden es la carencia de orden, el odio es lo opuesto al amor, el malestar es la carencia o lo opuesto al bienestar, en pocas palabras lo que no conviene al ser humano. Se entiende por bien lo que la sociedad considera moral y digno de imitar. El mal tiene un significado contrario: lo inmoral, digno de condena. El tema del bien y el mal es sin fin, y depende del punto de vista que se mire, es controvertido y complejo. ¿Quién ha dictado, a lo largo del tiempo, lo que es bueno y lo que es malo? Primero, fue la filosofía clásica; después, las distintas creencias religiosas; luego, la ley y la ética laica. Quién asume la responsabilidad de definir lo que es bueno o malo? Todos tenemos una noción más o menos generalizada de ello. El bien y el mal son ideas que casi todo el mundo posee. Escribe el filósofo Bertrand Russell. El problema radica en que no es posible dar por válida una sola definición porque ambas nociones son mucho más amplias, complejas y fundamentales que cualquier otra relacionada con la conducta. No es un tema sencillo, ni es un asunto que esté relacionado con “lo deseado” ni con el placer, ni con la cualidad de las cosas que conocemos. Tampoco tiene que ver con la “conformidad con la naturaleza” u “obediencia a la voluntad de Dios”.

Russell agrega: “El simple hecho de que se hayan propuesto tantas definiciones diferentes e incompatibles entre sí es una prueba de que ninguna es realmente una definición”.

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