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EDITORIAL

Es evidente que en la sociedad coatepecana, se percibe un sentimiento, primero de incertidumbre y luego de preocupación, al ver que han pasado cinco meses de esta administración municipal, y no se ve ningún tipo de resultado, ni de un trabajo planeado y proyectado. Solo se publican fotos de eventos triviales y cotidianos.


La pasividad del gobierno municipal trae como consecuencia que gran parte del desorden que se muestra en la ciudad ha sido propiciado por la omisión de autoridad y por la apatía por regular la convivencia urbana. Basta ver el parque.


En estos casi seis meses el gobierno municipal no muestra intención de imponer el Estado de derecho para la sociabilidad armónica, en los temas más básicos y cotidianos como el tráfico, la basura, la apropiación de espacios públicos por ambulantes, franeleros, empresas de publicidad, invasión de banquetas, etc. Esta lentitud para imponer la ley ante las “pequeñas” faltas crea el entorno propicio para los grandes problemas. De suerte tal que, pudiera apreciarse, que se está perdiendo el control sobre la ciudad, lo que cada vez hace que sea más difícil reordenarla.


Estas omisiones para hacer respetar las leyes, dan pie a que las conductas de gran parte de la población, revelen un preocupante desprecio por la legalidad y por las normas mínimas de convivencia. En suma, el desorden está por convertirse en incontrolable. La pregunta es: ¿Por qué realizan las distintas áreas sus obligaciones y funciones más elementales?, ¿Por qué los ciudadanos parecemos ser incapaces de cumplir las normas más elementales y comportarnos con sentido cívico? Una sociedad desordenada, tiende, sin remedio, a la descomposición.


Ante la omisión de las autoridades por atajar el problema en su origen, imponiendo sanciones a los infractores y no aplicar los reglamentos, ha permitido el desorden en que vivimos. Corresponde al gobierno imponer la ley y resolver los problemas tan pronto aparecen, y corresponde a los ciudadanos exigir una rendición de cuentas al gobierno por su inoperancia y aparente falta de voluntad en la aplicación de la legalidad cotidiana.


Qué pasa con el cabildo en el que la oposición también parece sumisa y cómplice. La acción de la justicia no depende del color partidista, sino que se transforme en una política de legalidad, que promueva un aparato de justicia y seguridad eficaz y que tenga como objetivo la preservación efectiva del orden.


Mucho se habló, del cambio que se habría de vivir, como resultado de la alternancia política. Se alentó la confianza en que el nuevo gobierno emanado de las filas de Morena habría de resolver los vicios heredados y entonces atribuidos a “los gobiernos neoliberales”, tales como la corrupción y la impunidad.


A cinco meses, vemos que tales problemas, formaban parte de una arraigada cultura social, y que lejos de resolverse, se han agravado de forma dramática. Se suponía, quizás con ingenuidad, que la alternancia iba a resolver los problemas derivados de la corrupción. Pero se percibe que no es así.


Se votó por un candidato, ahora alcalde, que no ganó ni las encuestas de su partido, pero que sin embargo fue impuesto. Que llegó “sin compromisos” por el efecto de la 4T. Pero venía de ser diputado sin ningún resultado, ni acción en favor de su distrito. ¿Qué espera Coatepec entonces en relación al desarrollo y al progreso?


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