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CONCIENCIA Y SALUD Por KARUNA SEVA

Apego y desapego

Vivimos en un mundo donde todo parece girar alrededor de dos palabras: yo y mío. Mi casa, mi cuerpo, mi pareja, mi éxito, mis ideas. Desde pequeños se nos enseña a definirnos por lo que poseemos o por el papel que creemos desempeñar en esta obra llamada vida. Sin darnos cuenta, vamos tejiendo una red de apegos que nos atrapa y nos impide experimentar la libertad interior.

La filosofía védica enseña que el apego más profundo no es a las cosas en sí, sino a la ilusión de que poseemos y controlamos. Creemos que el mundo nos pertenece, que podemos manipularlo a nuestro antojo, que somos dueños incluso de nuestro destino. Esta creencia, lejos de darnos poder, nos esclaviza.

Śrīla Prabhupāda solía decir:

“El problema del mundo material es que creemos que somos el controlador, el disfrutador y el dueño. Pero en realidad no somos ninguna de las tres cosas.”

Esta falsa identificación con el “yo” y lo “mío” alimenta lo que los textos védicos llaman los seis bandidos de la vida materialista: la lujuria (kāma), la ira (krodha), la codicia (lobha), la ilusión (moha), el orgullo (mada) y la envidia (mātsarya). Ellos roban nuestra paz, distorsionan nuestra visión y nos mantienen atados a un ciclo constante de deseo, sufrimiento y decepción.

Cuando vivimos bajo su dominio, incluso lo que amamos se convierte en fuente de ansiedad. El apego nos hace temer la pérdida y aferrarnos a lo que, por naturaleza, nunca podremos retener. El Bhagavad-gītā (2.62-63) lo explica claramente:

“Del apego surge el deseo, del deseo nace la ira. De la ira nace la confusión, de la confusión la pérdida de la memoria, y de la pérdida de la memoria la destrucción de la inteligencia.”

El verdadero desapego: una transformación interior

A menudo se piensa que desapegarse significa renunciar a todo, huir de la sociedad o vivir sin vínculos. Pero la enseñanza védica es mucho más profunda: el verdadero desapego no consiste en abandonar las cosas materiales, sino en abandonar la idea ilusoria de que nos pertenecen. No se trata de rechazar el mundo, sino de liberarnos de la obsesión por controlarlo y disfrutarlo para nuestro egoísmo.

El desapego auténtico nace cuando dejamos de identificarnos con el cuerpo, el estatus o las posesiones, y empezamos a vernos como lo que realmente somos: seres espirituales eternos, sirvientes del Supremo. En ese instante, el apego se transforma: dejamos de aferrarnos a lo temporal y comenzamos a apegarnos a lo eterno.

Ese nuevo apego —el apego espiritual— no es una cadena, sino un puente. Es apego a la verdad, a la compasión, a la bondad, a la sabiduría, a la empatía y al deseo sincero de servir. Al cultivar estas cualidades, dejamos de ver a los demás como medios para nuestros fines y empezamos a verlos como almas, como expresiones de lo divino.

Como señala el Bhagavad-gītā (12.13-14):

“Aquel que no envidia a nadie, que es amigo de todos los seres vivos, que está libre del falso ego, equilibrado en la felicidad y la aflicción, tolerante, siempre satisfecho, con la mente y la determinación firmes en el servicio devocional… ese es muy querido por Mí.”

Cuando cultivamos estas virtudes, el desapego deja de ser un esfuerzo forzado y se convierte en un estado natural del corazón. Ya no sentimos la necesidad de poseer, controlar o competir, porque nuestra felicidad no depende del mundo exterior, sino de una conexión interior con lo eterno.

Śrīla Prabhupāda lo expresó de forma sencilla y profunda:

“No es que debas abandonar todo; más bien, debes abandonar la idea de que todo te pertenece. Entonces podrás usarlo en el servicio del Supremo, y eso es perfección.”

Es así que el desapego no es frialdad ni indiferencia. Es amor en su forma más pura, porque nace del reconocimiento de que nada es nuestro y, por lo tanto, todo puede ser cuidado con reverencia. Solo cuando dejamos de decir “esto es mío” podemos decir sinceramente “esto es sagrado”.

Te invitamos a profundizar más sobre la ciencia del alma en nuestras sesiones de mantra yoga los domingos y a practicar aquello que le da valor a la vida a través de la empatía en nuestro comedor comunitario Alimento para la Vida todos los viernes de 1pm a 3pm.

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