

Junio 28.- Día Mundial del Árbol
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En la pasada aparición de esta columna hablamos sobre la dictadura y sus orígenes en la antigua Roma republicana e indicamos que esta era una forma de gobierno extraordinaria, instaurada por el Senado para hacer frente a alguna situación crítica como una rebelión dentro de los límites de la República o la guerra contra alguna nación enemiga. El dictador elegido gozaba de amplios poderes tanto civiles como militares y éstos eran limitados por lo general a seis meses, con la opción a prolongarse hasta que la crisis en turno fuera resuelta.
Cabe señalar que las principales diferencias entre la dictadura romana y la monarquía eran, en primer lugar, el que de hecho la dictadura emergía de un proceso democrático mientras que una monarquía en sus orígenes podía ser establecida por la fuerza de las armas y generalmente respaldada por alguna jerarquía religiosa y, en segundo lugar, el carácter provisional de la dictadura que sólo se sostenía mientras que la situación se superara en tanto que las monarquías son vitalicias y además hereditarias, con lo cual dan origen a una dinastía.
En sus inicios la dictadura funcionó bien, como la de Quinto Fabio Máximo quien salvó a Roma del asedio de Aníbal el cartaginés durante la Segunda Guerra Púnica, y alcanzó su máxima popularidad con Cayo Julio César gracias a sus grandes logros políticos y militares. Sin embargo, la historia de Julio César y su trágico final nos ejemplifica lo que generalmente sucede cuando un gobernante acumula poderes excesivos. Al nombrarse dictador vitalicio y desairar en un acto público a una comisión del Senado surgió entre los senadores opuestos a César el temor de que tratara de autoproclamarse rey y heredar el supuesto reinado a su hijo Cesarión, procreado con la legendaria reina egipcia Cleopatra. Ante este temor los senadores opuestos a su política conspiraron para asesinarlo supuestamente en defensa del régimen republicano, acabando con su vida a puñaladas en el año 44 a. C. Irónicamente, el asesinato del dictador lejos de consolidar a la República llevó a una guerra civil de la cual Octavio –sobrino y heredero de Julio César- salió vencedor y al tomar el nombre de César Augusto se convirtió en el primer emperador de Roma.
Recapitulando, la historia de la dictadura romana nos muestra cómo esta forma de gobierno resultó provechosa para la República puesta en manos de un hombre capaz, evitando así que las facciones políticas opuestas del Senado se enfrascaran en disputas eternas mientras el peligro aumentaba. Y acotando la duración de la dictadura a un periodo razonable para dar resultados que permitieran su prolongación, o bien ser sustituida por un nuevo dictador en el caso opuesto.
Sin embargo la ambición de poder, que es hasta cierto punto natural en la política, provocó eventualmente la desaparición de la dictadura siendo reemplazada por el Imperio, a veces en manos de hombres tan ejemplares como el emperador y filósofo estoico Marco Aurelio (121-180 d. C.) y en otras por personajes tan despreciables como su propio hijo Cómodo (161-192 d. C.) a quien heredó la corona por ser su único sucesor.
En la próxima edición de esta columna analizaremos cómo la dictadura ha evolucionado a través de la historia hasta nuestros días. Por el momento deseo a todos un buen fin de semana.
Valente Salazar Díaz
Colaborador
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